Pésame de vos, el conde, | porque vos mandan matar, | pues el yerro que vos hezistes, | no fue mucho de culpar, | que los yerros por amores, | dinos son de perdonar. | Yo rrogué por vos al rey, | que vos mandase soltar; | mas el rey con gran enojo, | no me lo quiso escuchar. | Díxome que no rrogase, | que no se puede escudar. | La senteçia es ya dada | no se puede rrevocar, | que dormistes con la infanta | que avíades de guardar. | El cadahalso está hecho, | donde os an de degollar. | Más os valiera, sobrino, | de las damas no curar, | que quien más las damas sirve, | tal merçed deve esperar, | que de muerto o perdido, | ninguno puede escapar. | – Tales palabras, mi tío, | no las puedo soportar. | Más quiero morir por ellas, | que bevir sin las mirar. | Quien a mí bien me quisiere, | no me cure de llorar, | que no muero por traidor | nin por los dados jugar. | Muero yo por mi señora, | que no me puede penar | pues el yerro que yo fize | no fue mucho de culpar.
(Virginie Dumanoir (ed.), Romancero cortés manuscrito, coord. Josep Lluís Martos, Alicante, Universitat d'Alacant («Cancionero, Romancero e Imprenta», 4), 2021, pp. 161-162.)